Poder discontinuo

8.06.2015 .
La Habana, Cuba

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Aclaración:

1-  Fui en calidad de observador participante como parte de la investigación de campo con vistas a la preparación de una propuesta de ley sobre la libertad de expresión en espacios públicos en Cuba y la penalización de la violencia por odio político (violencia de cualquier índole hacia aquellos que tienen una opinión política diferente)

2-  No recibí golpizas de puños, los hematomas son de la fuerte presión con la que me trasladaron las policías.

3-  Me dicen que este domingo fue mucho menos violento que los anteriores ocho.

Descripción de la observación participante:

La misa y la caminata por quinta avenida se realizó sin pormenores.  Después de esto se desarrolló la reunión semanal de las Damas de Blanco en el parque Gandhi, una patrulla de policía pasó varias veces por el lugar. Unas personas que estaban paradas en el límite de la acera y que hablaban por teléfono desaparecieron, la calma se hizo presente, demasiada calma.

Empezaba a notarse a intensidad que viene con la atención que uno pone a los detalles que pueden dejarnos saber más de lo que vemos. Sin hablarlo todos estaban de acuerdo en acompañar a las Damas hasta la parada de guaguas (ómnibus) dada la experiencia represiva de las semanas anteriores, por eso estaban allí. Algunos decían no se separen estemos juntos; otros, mientras caminaban, hablaban con el que estaba a su lados obre las respuestas pacíficas ante potenciales acciones de la policía como para estar muy seguro de que ni él ni el de al lado iban a dar motivos para una agresión. Estaba muy claro que era una acción no violenta (en un momento unos que se quedaron atrás corrieron para unirse al grupo delantero a lo que varios alertaron: no corran, no corran, como si se quisiera mantener una calma total de todos los ánimos, como si no se quisiera dar una señal equivocada, como sino se quisiera despertar la bestia de la violencia).

Mientras íbamos hacia la calle tercera alguien parece haber visto el operativo y niños según supe después (en este tipo de eventos no importa donde se hagan o con cual motivo siempre hay una fragmentación de la información en tiempo real) y se decide cambiar de rumbo e ir en dirección contraria hacia la calle séptima. Me pareció buena idea en ese momento porque nunca es adecuado ir al cadalso, aunque sea inevitable o previsible, sin haber requerido antes un poco de esfuerzo de parte de quien te quiere castigar.

Todos en silencio,la mayoría con una fotocopia en la mano de la foto de algún preso político. Al cruzar quinta avenida alguien soltó unas fotocopias al aire cubriendo una pequeña porción del paso de potenciales futuros peatones. Inmediatamente se oyó a varias personas gritar «recojan eso, recójanlo, no tiren nada».Alguien recogió papeles que el viento se había apropiado.

Se sentía bien aunque raro poder marchar como si estuviera uno en Madrid o en México estando en el medio de La Habana. Las personas que estaban en sus casas o centros de trabajos nos miraron pasar en silencio (ninguno de esos miembros del pueblo tuvo la necesidad de gritar nada contra este grupo ni de darnos ningún golpe,algunos miraban con curiosidad, otros seguían en lo suyo y otros respetaban lo que veían). Llegando a séptima doblamos por la calle 26, siempre en silencio y alguien dijo «están ahí, están las guaguas, están esperándonos», a lo que alguien respondió, «tranquilos» y seguimos caminando (a este punto pensé en todos los que dicen que para qué van si saben que les van a dar golpes, pero ciertamente en ese momento uno no va a virar ni a mandarse acorrer).

Ahí el tiempo se alargó y se comprimió intermitentemente, el tiempo que duraban las cosas dependía de aquello en lo que yo me estaba deteniendo para comprender; la calle se llenaba de oficiales mujeres de la PNR que agarradas de las manos nos iban rodeando mientras se separaba a los hombres de las mujeres. Empezaron los gritos de Libertad! Libertad! Libertad! Inmediatamente un grupo de ‘pueblo enardecido’ llegó con carteles impresos con propaganda e imágenes de Raúl y Fidel a gritos de ¡contrarrevolucionarios!, ¡mercenarios!, etc., (me pareció raro que los vecinos que abrían las puertas para ver qué pasaba no sentían la necesidad de unirse al grupo que nos gritaba con un coro de odio, ni siquiera en esa zona de Miramar donde hay tantas viviendas de dirigentes políticos.

A este punto el’pueblo enardecido’  y abastecido de material gráfico apropiado (que podría haber salido de un cuarto de atrezo) se transformaba en agentes vestidos de civil que empezaban a llevarse con llaves de estrangulación a los hombres. Sentí como me trataban de quitar de la mano un papel que tenía en alto con la imagen de El Sexto, lo volvió a intentar esta vez más violentamente y con éxito, me viré y vi a un hombre alto y fuerte pero sin mucha inteligencia en su mirada (o quizás el odio hace que la inteligencia se esconda, avergonzada) lo miré sin decir nada porque trataba de medir su rabia y lo inútil de su satisfacción.

En eso sentí como me tiraban del pelo y una decía «¡Si, por el pelo, dale duro!»  Mi cabeza empezó a dar vueltas de un lado para otro al ritmo de varias manos que tiraban cada cual para su lado, mi cuello no ofreció resistencia. Empiezo a dejar caer mi cuerpo como buena alumna de manifestaciones no violentas y antes de llegar a sentarme oigo:  «A ella no, esa es Tania» y unas manos me cogen por los brazos para halarme fuera del grupo de Damas de Blanco. Me doy cuenta que no quieren observadores. Varias policías se unen al esfuerzo por sacarme de ahí, me agarro de una Dama y me dejo caer sentada al piso, sin poder sacarme,me halan hasta cargarme entre varias y subirme a la guagua. Una vez allí, me esposan. Sube Javier (el agente que «me atiende») y me dice «Vamos»,yo me agarro duro al tubo de la guagua y le digo no, yo voy hasta el final para que después no me digas que no les dan golpes.  Quizás porque ya ellos me dicen rebelde y que tengo la cabeza más dura que un adoquín, se bajó. Me quitaron las esposas para ponérmelas con los brazos hacia atrás una posición mucho más incómoda.

En la guagua eran casi todas policías, quizás eran cuatro o cinco policías por cada dama que estaba ahí. Pusieron música alto y las mujeres policías comenzaron a cantar las canciones populares que se escuchan en la radio para hacer bien evidente la alegría por su «victoria» o lo poco que les afectaba todo lo que estaba sucediendo. Para el empezar de la segunda canción ya no cantaban sino sólo estaban esperando llegar a su destino como todos allí.

Comencé a hablar con la muchacha que me esposó. Le pregunté que si ella sabía sobre los presos políticos en Cuba y me dijo «Yo sigo órdenes» a lo que le respondí «¿Tú sabes quienes son estas mujeres y porqué salen cada domingo? Deberías saber de qué se tratan las órdenes que recibes».A lo que ella me respondió «Tú no tienes que andar con ellas porque no es tu giro» y yo le dije «Voy como ciudadana cubana». Así seguimos un poco más tratando argumentos contra órdenes. Le dije «Algún día cambiará la ley en Cuba y nada de esto se permitirá y tú tendrás que pensar en cómo te sientes por lo que haces hoy».  Después de eso estuvimos calladas por el resto del viaje. Me dio consejo para que no se cerraran tanto las esposas. Creo que cambió la energía porque siempre hacer pensar es hacer respetar y creo que de alguna manera todo el mundo sabe que esto también tiene que cambiar.

Al llegar a Tarará a una escuelita vacía habían cuatro patrullas, dos ´caballitos´ de la policía montada, unos veinte policías en el lugar. Conté unas 61 policías entre las dos guaguas (no pude contar la tercera) en fin un centenar de policías fácilmente. Me sacaron de la guagua yo pregunté que por qué no salían las otras mujeres, y que a dónde me llevaban a lo que se respondió sólo haciendo más dura la huella de la mano que me apretaba el brazo.Yo le dije «No me aprietes, me estás haciendo daño» a lo que esta me respondía con más fuerza, otra se acercó y dijo «¿quieres que la lleve yo para que no te alteres?» Le dijo «no, no», sin bajar la presión de sus dedos. Entonces le dije «déjame ver bien tu número» lo cual leí en voz alta para acordarme mientras la presión sobre mi brazo aumentaba. De ahí me llevaron a un cuartico donde estaba el coronel de mi segunda visita a la estación de Acosta con los agentes Andrea y Javier. Empezaron a hablar, yo les dije que me dejaran hablar pero bueno, hablaban y hablaban, yo traté de dar mis argumentos que estaba de observadora para la ley que quería hacer y ellos que si la policía en Estados Unidos era más agresiva y le dije «si, incluso en el noticiero de hoy pusieron a la policía de México también reprimiendo pero lo que yo no entiendo es porqué eso es un argumento para lo que pasa en Cuba».

En fin… en un momento se llevaron mi mochila fuera del cuarto y deseé que se interesaran en el texto que me estaba leyendo y llevaba conmigo: Las redes del poder, de Michael Foucault. Pensé en el Foucault académico y el Foucault activista como uno sólo y de la importancia de llevar el archivo en el cuerpo y en su frase cuando «la vida entra en el dominio del poder».