Cuba ha pasado de ser un pais socialista a ser una corte

30.05.2016 .
La Habana, Cuba

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En las cortes lo que más se valoraba era la fidelidad al rey, el rey significaba vida, mantenerse con vida. La vida en las cortes tienen dos acepciones: la vida social y la vida como tal. En una corte ambas tienen un valor bastante similar, pues para aquéllos que salen del círculo protegido que constituye la corte, es ésta una manera de morir. En una corte el privilegio se cuenta en gramos de vida. Pero el valor de cada gramo aumenta con el tiempo, la fidelidad se convierte en cotidianeidad y con ello en la anulación de un criterio propio. La corte transforma ética y principios en oportunidades e indiferencias. La corte se vuelve un teatro.

Hoy más que nunca es apetitoso ser parte de la corte en La Habana, porque por la primera vez esta cercanía puede asegurar la entrada al VIP internacional (que ya no es ser parte de la intelligentsia de izquierda sino del glamour vanidoso estilo Chanel y de los magnates inversionistas), es esto lo que ha cambiado y lo que suena apetitoso para muchos: poder entrar en otras cortes allende los mares. Mientras más tiempo se está en la corte, más abstractos y ajenos se hacen los conceptos pueblo y nación (quizás, lleguen a ser en algún momento conceptos que den tanto miedo como en la corte francesa vísperas de la Revolución).

Conozco a muchos que decidieron estar cerca del poder (o en el poder) porque pensaron que así podrían cambiar las cosas en Cuba, pensaban que así servían a su pueblo y a su país pero en la mayoría de esos casos quienes cambiaron fueron ellos. Me entristece porque algunas son personas inteligentes y valiosas que se han convertido en defensores de sus privilegios personales y lo saben. La mejor manera de controlar a alguien en este país es hacerle sentir vergüenza de sí mismo para que de este modo se den el permiso de perder la vergüenza.

Querer que Cuba sea mejor no es trabajo exclusivo de quienes están en el poder (o cerca del poder), es el derecho de todos aquéllos a quienes les duele el país y eso, no debe tener un precio.

Desde wifi en la calle 23,
un beso a todos,

Tania