con Robert Siegel
25. 03. 2015
De: Siegel, Robert. «Cuba’s New Era: Stories From Havana.» NPR, National Public Radio. March 25, 2015. Washington D.C., United States.
En La Habana, un viaje a lo Prohibido con una artista provocadora.
con Robert Siegel
Todavía estaba oscuro cuando Tania Bruguera se montó con nosotros en un taxi camino a la Plaza de la Revolución.
«De repente parece bastante subversivo lo que estamos haciendo», dijo. Su voz reveló un poco de nerviosismo, pero se tradujo en una risa vertiginosa.
La última vez que Bruguera planificó un viaje como éste, agentes de seguridad cubanos la sacaron del apartamento de su madre y la pusieron en la cárcel. Pero dos meses más tarde, ella estaba en un taxi con algunos periodistas de la NPR, navegando por las desoladas calles de La Habana.
Bruguera es una provocadora artista cubana. En diciembre, justo después de que el presidente Obama y el presidente cubano Raúl Castro anunciaron su avance diplomático, Bruguera voló a La Habana desde Nueva York, donde ha estado viviendo los últimos años.
Después de algunas conversaciones inútiles para obtener el permiso del Estado cubano, ella anunció que haría una obra de performance en la Plaza, lugar sagrado para el régimen.
Invitó a los cubanos a ir y hablar libremente por un micrófono sobre la vida en la isla, durante un minuto. Fue la primera prueba real de cuán tolerante de voces disidentes era el país. Algunos disidentes se presentaron y las fuerzas de seguridad arrestaron a más de 30 personas. El performance nunca ocurrió.
Bruguera fue detenida antes de que pudiera llegar a la Plaza, y su pasaporte cubano fue tomado. En los meses posteriores, ha sido encarcelada dos veces e interrogada varias más.
Ahora, mirando por la ventanilla del taxi, podíamos ver las luces empezando a salir entre los altos edificios de La Habana. Podíamos ver las aceras y el pavimento bañados en el tono amarillo de las luces de la calle.
La tarde anterior, nos habíamos reunido con Bruguera para una entrevista y le preguntamos qué pensaría que pasaría si intentaba volver a visitar la Plaza.
«No sé qué pasaría», dijo. Creo que no se me permitiría llegar allí.
Entonces sonrió traviesamente y preguntó: -¿Quieres intentarlo?
El problema no es nuevo para Bruguera. Sus performances a menudo han sido descritos como escandalosos. Tal vez el mejor ejemplo de eso ocurrió durante la Bienal de Venecia en 2009.
Como parte de un performance que explora los sacrificios que tienen que hacer los artistas que realizan arte político, ella cargó un arma con una sola bala y jugó a la ruleta rusa en el escenario. Su audiencia quedó atónita y se interpuso para detenerla.
-He tenido suerte, supongo -dijo Bruguera. «Mi trabajo en general, y creo que el arte en general, es el espacio que tienes en la sociedad para empujar los límites del comportamiento, de la conducta social y también de la política».
Ella agregó: «Creo que los artistas pueden usar el performance para decir lo que otras personas no se atreven a hacer o decir».
Bruguera, de 46 años, nació en La Habana. Su padre era un hombre que creía en la Revolución y trabajaba para el régimen de Castro como diplomático.
En los años noventa, Bruguera causó dolor a su padre y al régimen cuando imprimió su propio periódico – un serio crimen en Cuba. Y en 2009, para la Bienal de Arte de La Habana, realizó un performance que llamó «Susurro # 6 de Taitlin».
Un podio estaba flanqueado por dos personas vestidas como soldados. Mientras cada cubano decía su parte, uno de los soldados disfrazados colocaba una paloma blanca en el hombro del orador. Uno de los oradores fue la popular bloguera Yoani Sánchez, a quien el gobierno considera una disidente. Durante su discurso de un minuto, Sánchez dijo que «ha llegado el momento de saltar sobre el muro de control».
El gobierno cubano no estaba impresionado.
La comisión organizadora de la Bienal llamó a la obra de Bruguera «un acontecimiento anticultural de vergonzoso oportunismo que ofende a artistas cubanos y extranjeros que han venido a ofrecer su trabajo y solidaridad».
Al planear una actuación similar en la Plaza de la Revolución de La Habana en diciembre, Bruguera estabaatrayendo problemas. Y los encontró.
La Plaza de la Revolución es la Plaza Roja de La Habana, es su Plaza de Tiananmen. Es un vasto espacio abierto, cerca del mar. Se le conoce como un lugar para reuniones masivas, organizadas por el gobierno.
Cuando llegamos a la Plaza, Bruguera notó lo hermosa que es y también lo imponente que parecía. Por un lado está una monumental estatua del héroe de la independencia de Cuba, José Martí. Por otro lado, a lo lejos, se encuentran edificios para los Ministerios de Defensa e Interior, con retratos de Ernesto «Che» Guevara y Camilo Cienfuegos, dos de los héroes revolucionarios del país.
Bruguera dijo que desde que su performance fue abortado, el gobierno cubano ha intentado intimidarla. El fiscal que maneja su caso se encuentra con ella unas cuantas veces por semana, dijo, y el líder del barrio donde vive se asegura de que sepa que la están vigilando en todo momento. Durante las primeras semanas que siguieron a su performance, vehículos de seguridad estatal estacionaron fuera de su casa en La Habana. Y ella dijo que en un esfuerzo para alienarla, el estado ha tratado de intimidar a sus amigos.
«Hace tres meses, habría pensado que alguien que dijera todo estaba loco», dijo Bruguera. «El mayor daño que me han hecho es que ahora tengo dudas sobre la Revolución que no tenía hace tres meses».
Cuando llegamos al pie de la estatua de José Martí, Bruguera parecía más a gusto. Dijo que todo lo que pretendía hacer allí en diciembre pasado era poner micrófono justo ahí, en ese espacio simbólico.
«La idea era invertir la dinámica», dijo. «Porque aquí siempre estamos mirando a los líderes de la revolución y escuchando sus micrófonos, quería revertir esa dinámica y tener el micrófono en la calle, en el lugar donde normalmente se camina, pasivamente o gritando algunas canciones que aprendiste.”
Dijo que quería sacudir a los cubanos de sus «respuestas automáticas», sus «respuestas aprendidas» y «dar a la gente la libertad de decir lo que quieran».
Mientras hablábamos, el cielo empezó a ponerse naranja y las estrellas comenzaron a desvanecerse en la luz. En un espacio así y hablando con una persona como Bruguera, la línea entre el arte y la política parecía borrosa.
«Los buenos políticos saben dar nuevos significados a todo», dijo. «Y la Revolución cubana ha sido un buen ejemplo, casi un estudio de caso de eso. Fidel fue realmente brillante al cambiar los significados de las cosas, y eso es lo que hace un artista: un artista repiensa el significado de las cosas».
Al elegir este terreno santificado y político para su performance, Bruguera dijo que quería «dar al arte un espacio en la historia del país».
Todo eso, obviamente, no sucedió. En cambio, el futuro de Bruguera es ahora una gran interrogante. El gobierno todavía tiene que decidir si será acusada y juzgada por lo que ellos sostienen es un intento de incitar a una perturbación pública. Y el pasaporte de Bruguera todavía está en manos de ellos. El día anterior, Bruguera nos dijo que en esos días ella se siente como si estuviera recreando su obra de la ruleta rusa – esta vez arriesgando sus posibilidades con las autoridades cubanas.
Cuando terminamos nuestra entrevista, ya no estábamos bajo la cubierta de la noche. Bruguera estaba de pie en la Plaza de la Revolución a plena luz del día.
Un policía vigilaba solo, y mientras regresábamos al taxi, Bruguera lo saludó.
-Buenos días -dijo ella. Él simplemente asintió.