ARTE ÚTIL. Coloquio con TANIA BRUGUERA

con Gemma Medina Estupiñán
Marzo – Mayo 2014

De: Medina Estupiñán, Gemma. «ARTE ÚTIL. Coloquio con TANIA BRUGUERA«, ATLANTICA, Revista de Arte y Pensamiento. Nr. 54. (Primavera / Verano 2014) Ed. Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM). La entrevista tuvo lugar durante el Verano del 2013 durante el Taller de  Arte Útil impartido por Tania en Internationale Sommerakademie fuer Bildende Kunst, Salzburgo, Austria. (ilust.) pp. 232-251 

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ARTE ÚTIL. Coloquio con TANIA BRUGUERA

Con Gemma Medina Estupiñán

Tania Bruguera es una artista cubana de performance que a lo largo de su carrera se ha centrado en la exploración de problemáticas políticas y sociales. Además de a su trabajo de performance, Bruguera ha dedicado la última década a investigar el concepto de Arte Útil, con el que aborda la responsabilidad del artista y sus posibilidades de contribuir al cambio social. Su proyecto en progreso Movimientoinmigrante internacional, que desde 2011 desarrolla con el Queens Museum de Nueva York, pretende dar respuestas a las necesidades inmediatas de la comunidad inmigrante mediante una serie de servicios gratuitos.

En el curso de su trabajo Bruguera ha ido lanzando interrogantes que afectan no solo al papel del arte, también al del museo. ¿Cómo utilizar el museo con resultados diferentes? ¿Puede el arte ser una herramienta de transformación? En agosto de 2013 la artista impartió un taller de Arte Útil de tres semanas de duración en la Sommerakademie de Salzburgo, Austria. Como parte de su presentación pública, solicitó de sus alumnos que plantearan una serie de preguntas que sirvieran de base para una conferencia. Sigue una transcripción editada de fragmentos de aquel diálogo.

Gemma Medina Estupiñan

¿Qué es el Arte Útil?

El símbolo de Arte Útil es la letra «A» de arte pero invertida, con lo que se convierte en una «U» de útil. Podría afirmarse que lo que el Arte Útil hace es dar la vuelta a nuestras asunciones sobre la creación artística examinando, en lugar de las cuestiones más habituales relativas a la técnica, el género y el contexto, la de para qué es el arte.

El Arte Útil es un concepto que he desarrollado tras observar, en varios países y en épocas diferentes, una tendencia artística que se interesa por aportar soluciones sociales concretas planteándose el arte como un solucionador de problemas, como una herramienta social directa. Conviene destacar que lo que anima a los artistas a realizar ese tipo de práctica no son políticas emanadas de un gobierno o una institución, sino el interés por ofrecer alternativas que ayuden a imaginar una sociedad con un funcionamiento diferente; proponen vivir en una sociedad paralela, imaginan esa sociedad y la crean sin permiso, invirtiendo las reglas que benefician a unos cuantos a expensas de la mayoría. El Arte Útil no es un género artístico más, dirigido a entretener a quienes detentan el poder político y los privilegios económicos para su satisfacción personal; intenta aprovechar la autonomía que el arte posee para ponerla al servicio de otros medios que trascienden la propia práctica artística con el fin de hacer realidad ese deseo que todos albergamos de una sociedad que funcione de otra manera.

Por lo que respecta a los términos arte y útil, mi insistencia en el uso del vocablo arte se deriva de mi creencia en el papel que el arte desempeña en la sociedad y de mi deseo de subrayar que la creatividad debe ser patrimonio de todos y no únicamente de las grandes empresas y la «clase creativa». El recurso a la palabra útil indica que se trabaja para que el arte tenga un resultado beneficioso concreto; pero además, la palabra útil significa también herramienta, por lo que al emplearla aludimos también a los posibles usos del arte en la sociedad. Es decir, que la expresión Arte Útil encierra las dos acepciones de la palabra.

El Arte Útil ofrece un punto de entrada a personas no expertas en arte contemporáneo que, una vez perdido el miedo a no comprender la creación contemporánea, podrían acabar interesándose en aspectos de esa práctica artística de la que estaban excluidos, lo que abre la posibilidad de educar a la gente y de compartir con el l a instrumentos usados en el arte para mejorar tanto su conocimiento como sus condi ci ones de vi da. De esa forma nuestra práctica artística deja de recurrir a las personas para beneficiarnos nosotros mismos y, en lugar de ello, ofrece ventajas a los destinatarios de nuestro trabajo. No debemos temer que, además de los expertos y los entendidos, los «usuarios» puedan también entender nuestro trabajo.

Entiendo las suspicacias que el término «uso» provoca. Muchas personas reaccionan ante él desde la óptica del arte tradicional que defiende que la creación artística no debe tener uso alguno y que su potencial liberador reside en su inoperabilidad en el mundo real, como si hiciera falta ser absurdo o inútil para ser admitido dentro del canon. El Arte Útil es una forma de señalar que ya no basta con nombrar cosas y que necesitamos pasar de «decir algo» acerca de nuestra sociedad a «hacer algo» sobre ella.

Deseaba compartir estas ideas con otras personas del mundo del arte. Tenía varias estrategias, pero cuando empecé a montar Museum of Arte Útil me di cuenta de la necesidad de proponer una serie de criterios que ayudaran a la gente a ver qué es el Arte Útil y a entenderlo rápidamente. Los criterios que hemos establecido nos han ayudado a localizar proyectos de Arte Útil y a iniciar un debate más amplio.

El primer criterio es que el Arte Útilha de proponer nuevos usos para el arte en la sociedad. En lugar de basarse en el tipo de práctica que utiliza el entorno tradicional del estudio del artista individual, el Arte Útil es algo social y que con toda probabilidad tendrá lugar en la esfera pública.

El segundo criterio es que el Arte Útil debe desafiar el ámbito en el que opera. Muchos artistas trasladan al arte elementos o temas de otras disciplinas; sin embargo, al mostrar sus obras a creadores de dichas disciplinas suelen encontrarse con la misma incomprensión que nosotros obtenemos de quienes no entienden el arte contemporáneo. Si no somos expertos en otras disciplinas, si no aportamos a el las nada interesante o nuevo, lo único que estamos haciendo es importar lugares comunes y versiones vulgarizadas del saber existente en dichas esferas. Frente a esto, en el Arte Útil los artistas han de crear proyectos que funcionen a un nivel proposicional idéntico en el arte y en la otra disciplina, abriendo nuevas posibilidades en ambas esferas y legitimando así al arte como colaborador y no como intruso. Por ejemplo, en el ámbito legislativo, cuando trabajen con leyes y con los aspectos legal es de la sociedad, los artistas que utilicen el Arte Útil deberán, al contrario de lo que sucede en otras prácticas, aportar algo útil y novedoso, que cuestione el statu quo tanto en ese campo como en el del arte. No basta con lanzar una propuesta utópica, deberán intentar materializarla en la realidad y de un modo que desafíe el funcionamiento de las instituciones, los órganos y las leyes.

El tercer criterio es el de que el Arte Útil debe ajustarse a su tiempo, responder a las urgencias del momento. Se trata de algo muy importante. Este arte no quiere ser «atemporal «. El Arte Útil responde a problemas concretos situados en lugares y tiempos también concretos y aspira a resolverlos. Ni que decir tiene, como los problemas tienen sus circunstancias específicas y cambian a cada momento nuestras prácticas deberán también irse adaptando a esos cambios, lo que sitúa el arte en un estado de mutabilidad. El aspecto artístico es una condición temporal susceptible de activarse en función de las circunstancias.  El cuarto criterio es que el Arte Útil debe implementarse y funcionar en situaciones reales. Hay que dar con las herramientas necesarias para hacer posible un cambio en el mundo real. La consecuencia es que tenemos que ser capaces de trabajar con la gente y en situaciones cambiantes, y mantenernos abiertos a modificar nuestro proyecto cuando las condiciones lo exijan. En el Arte Útil no hay lugar para el fracaso. Si un proyecto artístico convencional fracasa, no pasa nada: no es más que arte; pero cuando se trata de Arte Útil hay que encontrar la forma de hacerlo funcionar. Una vez el proyecto se ha materializado en el mundo real comienza a desdibujarse como proyecto artístico para transformarse en estrategias al servicio de los demás. Pero la creatividad, la imaginación, los modos de producción, la irreverencia, la libertad y otras estrategias forman parte de aquel lo que ha hecho posible el cambio.

El quinto criterio establece que el Arte Útil sustituye autores por iniciadores y espectadores por usuarios. En esta práctica, convencidos ya de que el autor no es más que un iniciador, la idea de autoría ha dejado de interesarnos. Los artistas son personas con ideas que desean desarrollar con una comunidad afectada por un problema, y los artistas no son los únicos que llevan a cabo la práctica artística, sino todos cuantos colaboran de manera creativa, llegando a un punto en el que los artistas dejan de tener control sobre la obra, por lo que serán recordados, como mucho, como sus iniciadores.

En el mundo del arte seguimos pensando que la gente debe venir a una exposición a ver algo en lugar de a formar parte de algo, a cambiar algo, o a hacer algo con la obra. No tengo claro del todo que el de «usuario» sea el término adecuado, pero sí que llamar a las personas «espectadores» o incluso «participantes» resulta más problemático aun. ¿Por qué razón? Por la cuestión del compromiso con el proyecto. El Arte Útil no se crea para ser visto por el espectador, si no como algo en lo que involucrarse. Ni siquiera el término «participante» expresa el compromiso que la gente que acude a este tipo de experiencias necesita adoptar. El Arte Útil no es algo que se obtenga de un vídeo de diez minutos, que a veces ni siquiera vemos hasta el final, o de una escultura frente a la que pasamos fugazmente. Nuestro objetivo no es entretener a la audiencia con algún tipo de diversión interactiva abierta a la «participación», sino iniciar una actividad en la que sea posible disfrutar implicándose en ella como ciudadano, lo que significa que, en algún momento, habrá que sacarla del museo. Para vivir el proyecto los usuarios deberán comprometerse aportando tiempo, ideas y creatividad.

El sexto criterio declara que el Arte Útil debe tener un resultado práctico para sus usuarios. Y lo hace porque hemos visto muchísimos proyectos de arte social que dan la sensación de ser más beneficiosos y útiles para los artistas que los han producido que para las personas para quienes se crearon. En esos casos, el artista no tiene «usuarios», sino que esta, más bien, «usando» a su público. Creo que es fundamental que los artistas que operan dentro del Arte Útil reconozcan que el principal beneficio de esta práctica irá a  las personas para quienes y con quienes trabajan.

El séptimo criterio es que el Arte Útil debe perseguir la sostenibilidad mientras se adapta a las condiciones cambiantes. Y lo decimos porquehemos descubiertoquenotodaprácticasocial esArteÚtil.Hayaquíunniveldeintensidadadicionalquees consecuenciadeque,másqueun»acontecimiento»esporádico o unapasionante evento de una semanade duración, el Arte Útil entraña uncompromiso con una comunidad.Si aspira a cambiar algo a nivel social,la práctica deberá extenderse en eltiempo, pues el marco temporal de losocial no coincide en absoluto con eldel mundo del arte. Hay que entenderque las cosas tienen su tiempo, que la práctica ha de ser sostenible y que necesita operar con sus propias reglas, que no siempre son las habituales en el arte.

El criterio final es el de que ElArte Útil ha de refundar la estética como un sistema de transformación. Se trata de un aspecto de la máxima importancia ya que son muchos quienes nos preguntan dónde están el arte o la estética en nuestros proyectos. Nuestra idea es crear una suerte de ecosistema en el que presenciar o formar parte de la transformación sea la experiencia estética. Pero además, hemos desarrollado un concepto que hemos llamado «est-ética» por el que se valora la ética como vía de acceso a la estética, con los dos aspectos manteniéndose en un equilibrio e interrelación específicos. El concepto puede asimismo entenderse como una estética de la ética. Y al hablar de «ética» no me estoy refiriendo a lo «apropiado», lo «correcto» o lo «aceptado socialmente», sino a una forma de contemplar las relaciones entre las cosas y de actuar dentro de la esfera social para cuestionar el statu quo. Parte del aspecto estético radica en la admiración de la belleza que posee esa forma nueva y más ética del funcionamiento de las cosas.

¿Cómo se relaciona el Arte Útil con la historia del arte y con anteriores movimientos artísticos?

Hemos creado una cronología en la que mostramos que en realidad, el Arte Útil es fruto de una larga tradición. En ella partimos de ejemplos que, en rigor, no proceden de las artes si no del ámbito social, de las prácticas sociales, la investigación científica, etc. Tenemos, por ejemplo, el caso de Melusina Fay Peirce, que en 1869 creó la primera cooperativa de tareas domésticas, algo impensable en aquel momento; o el de Nikolai Vavilov, creador del primer banco de semillas.

Todos esos estudios de caso tienen en común que propusieron e implementaron ideas que en su momento se consideraron totalmente utópicas e inviables. Y si n embargo, todos esos ejemplos han pasado de la condición de proyectos utópicos a la de utopías prácticas. Desde el punto de vista de las influencias, dos son las tendencias principal es: una que deriva de una tradición más anárquica, y otra que vio la luz con la aparición de gobiernos que decidieron que el arte tenía que ser útil en términos sociales. Los dos enfoques plantean problemas, pero sobre todo el último, pues ha dado como resultado una instrumentalización del arte por parte de gobiernos que lo han usado para corregir el sistema pero no para desafiarlo en la forma que nosotros deseamos. Hay ejemplos -como el del Teatro Legislativo de Augusto Boal- en los que las leyes fueron modificadas como consecuencia de estrategias artísticas. Entre las influencias no artísticas  podemos citar la innovación social, el movimiento «hazlo tú mismo», las economías alternativas o las redes virtuales. Y aunque hemos decidido delimitar el ámbito de nuestra investigación estableciendo el siglo XIX como punto de partida, la realidad es que esas prácticas se remontan mucho más atrás en el tiempo.

La creación artística que no es Arte Útil, ¿es arte inútil?

Por supuesto que no. Es una pregunta que nos hacen en todas partes. Muchas personas se muestran extremadamente susceptibles al pensar que el concepto de Arte Útil implica que las demás prácticas son innecesarias. No es eso en absoluto lo que defendemos; lo que planteamos es que el arte ti ene otros usos además de los habitualmente aceptados. Supongamos, por ejemplo, que tu vida es un horror y necesitas un respiro; puedes ir a un museo a ver un cuadro y, al hacerlo, sentir algo diferente. Eso será útil, pero es una utilidad que no te activa como ciudadano; es una utilidad que se corresponde con la noción del arte como una actividad mental y espiritual, que permanece en nuestra mente y en nuestros sentimientos como una vivencia que nos cambia internamente, pero que no nos activa para el cambio social . Frente a eso, el Arte Útil no opera dentro, sino fuera de la mente de las personas.

¿Intenta el Arte Útil cambiar el sistema del mundo del arte desde dentro?

Sí; creo que es algo obvio. Intenta funcionar dentro de un conjunto de valores que en estos momentos dominan en el mundo del arte, sobre todo en relación con el papel del mercado y del artista. Pero tenemos que estar muy vigilantes, pues no hay nada que el capitalismo y el neoliberalismo hagan mejor que la cooptación de cualquier espacio crítico. De ahí que hablemos siempre del Arte Útil como ideología además de cómo una práctica o una metodología.

¿Debe el Arte Útil ser, en todos los casos, un solucionador de problemas? De ser así, ¿qué espacio queda para el arte?

En realidad sí. La idea es aprovechar toda la potencialidad del arte para resolver problemas sociales. Una solución social propuesta usando la metodología del Arte Útil no debe ser algo que al final se limite a reafirmar el sistema generador del problema; por el contrario, habrá de dedicarse, por necesidad, a poner en entredicho y criticar ese sistema. Y ahí es donde el aspecto artístico desempeña un papel muy importante, no solo por esa crítica a que nos referimos, también porque cuando la gente lo conoce o lo vive -sobre todo si son beneficiarios directos- su percepción sobre el funcionamiento del mundo y sobre las posibilidades de que ese funcionamiento sea diferente cambia drásticamente. Al impartir Arte Útil he podido experimentar ese cambio en las personas y cómo empiezan a ver el arte desde esa óptica. Y cuando llegan a eso, es muy difícil que vuelvan a sentirse satisfechos ante usos más pasivos de las potencialidades del arte.

El Arte Útil es un arte activista que puede funcionar tanto dentro como fuera del sistema, una circunstancia que contribuye a que el movimiento posea un espectro muy rico de tácticas y metodologías; pero cualquier solución que proponga puede -siempre que se compruebe que funciona- convertirse en un sistema sostenido por las instituciones o por la gente. En su proceso de expansión y transformación desde la condición de excepción (arte) a la de regla (cultura), sus cualidades artísticas de algún modo se erosionarán, igual que un Van Gogh cambia al usarse como elemento decorativo en una taza, un cuaderno o una bufanda. Convertir algo en normal lo vuelve menos interesante y apasionante, pero eso no significa que pierda sus cualidades originales. Muchos artistas han creado cosas que han sido luego adaptadas por el gran público y en ocasiones olvidamos que partieron de un artista que no solo aspiraba a imaginar un mundo diferente, sino a vivir en él y compartirlo.

¿Y qué ocurre cuando un proyecto se certifica como Arte Útil aunque no fuera esa su intención?

En estos momentos tengo una exposición en el Van Abbemuseum titulada Museum of Arte Útil. Uno de los principales problemas con los que me he topado al seleccionar las piezas es que hay muchos artistas cuya práctica se acerca en real i dad muchísimo al Arte Útil, por su vocación y deseo de cambiar la sociedad o de dar otros usos al arte, pero que a la hora de poner en práctica sus intenciones encuentran muchas dificultades, sea porque los museos y los comisarios de exposiciones no quieren apoyar sus proyectos, sea porque las condiciones técnicas no son las adecuadas.

Constatar esa realidad nos ha llevado a establecer diferentes categorías. Hemos creado una categoría de propuestas, consistente sobre todo en obras que aspiran a ser Arte Útil pero que no han encontrado las condiciones adecuadas para ello; hemos creado una sección de prototipos, en la que los artistas pueden proponer algo y producir una o dos muestras de ello; y hemos identificado proyectos implementados, que operan de lleno dentro de la escala para la que fueron creados y se dirigen a su público objetivo. Hemos creado esas tres categorías, pero tenemos también que certificar las obras. ¿Por qué? Pues porque hay muchos artistas que dicen «He hecho un dispositivo, y funciona, y he trabajado con varias personas de tal o cual comunidad y están muy contentos con él», perola fuente de certificación de su obra eran los propios artistas. En nuestra exposición, las obras serán certificadas no solo por el artista, también por el usuario o el productor de la obra. Y sí: es cierto que hay veces que una obra se certifica como Arte Útil sin que la utilidad fuera intención. Valga el ejemplo del pasaporte NSK, que supuso la creación de un pasaporte falso de un país también falso. Se trataba de un proyecto artístico autónomo, concebido únicamente como algo imaginario; pero lo que sucedió en la Bienal de Sudáfrica es que hubo personas, sobre todo de Nigeria, que se dieron cuenta de que esos pasaportes gratuitos eran de tal calidad que podrían pasar por auténticos, y mucha gente empezó a usarlos para desplazarse a otros países. La calidad era tan buena que llegaron a usarse para pasar fronteras. Los propios artistas tuvieron que advertir a la gente de que no los usara ya que eran arte y no algo real, a lo que los nigerianos se limitaban a responder que no les importaba, que querían intentarlo. Se trata de un ejemplo claro de arte no concebido para ser útil pero para el que la gente encontró una utilidad. Sería, por tanto, otra categoría de posibilidad.

¿Puede el Arte Úti l sal i rse del mundo del arte y ser sostenible?

Sí . De hecho, para ser Arte Úti l hay un momento en que es necesario salirse del mundo del arte con el fin de interactuar con el mundo real, sea este lo que sea. Esta práctica tiene dos tipos de público diferentes: los usuarios y el mundo del arte. Para el mundo del arte estos proyectos siempre serán «arte», pero desde el punto de vista del usuario esa no es la primera cuestión a plantearse. Para el usuario, la cuestión artística viene después, dándose cuenta de que está ante un tipo de arte solo tras implicarse en él y ver que le reporta algún beneficio. Para mí esto es algo que ofrece una solución personal al problema que surge en el campo del arte contemporáneo cuando se trabaja con comunidades usando una práctica artística que no entienden por su falta de iniciación en el mundo del arte, por la pura ignorancia de lo que tiene lugar en él. Mi experiencia me dice que con el Arte Útil las personas descubren que en realidad les gusta el arte contemporáneo; de hecho quieren más y empiezan a ver al artista no solo como un tipo raro que se dispone a usar a la gente sino como un aliado en quien se puede confiar.

¿Tiene el Arte Útil que ser político?

Aunque a esa pregunta el cuerpo nos pida responder negativamente la realidad es que sí. Si te adentras en la esfera social con el deseo de cambiar cosas, te implicas de inmediato en luchas, juegos y debates de poder; es decir, que sí es político. Y siempre social. En este caso, el aspecto social y el político están totalmente interconectados, son inseparables.

¿Cómo evaluáis el Arte Útil?

La mejor forma de evaluar el éxito de un proyecto de Arte Útil es atender a si las personas para las que se creó lo asumen y lo hacen suyo.

¿Necesita el Arte Útil un evaluador externo, por ejemplo un crítico de arte, y se requieren criterios nuevos para evaluar el Arte Útil?

Creo que se precisan criterios nuevos y también un léxico nuevo, con términos nuevos para abordar este tipo de práctica. Hay críticos que intentan evaluar un proyecto de Arte Útil como quien evalúa una pintura, y que alegan, por ejemplo, que «la estética de la foto no es demasiado buena». Pero es que no se trata de una foto, sino de lo que sucedió en ese lugar, si las personas lo disfrutaron y si algo cambió como consecuencia de ello. Es un problema que surge cada vez que se intenta imponer un régimen de evaluación ajeno a la práctica. Pero además, necesitamos que los críticos se comporten de otra forma. Lo normal es que los críticos lleguen, estén diez minutos mirando algo, se vayan y escriban un artículo para un periódico o una revista de arte. El l os juzgan nuestro trabajo. Algunos ni se presentan; se limitan a consultar la web y así es como se forman una opinión. Pienso que se da un valor excesivo a la experiencia mediada de la obra de arte social y que debemos valorar más la relación con los agentes directos de la obra y la experiencia directa. Fruto de eso ha sido mi invitación a los críticos a implicarse en una crítica participativa, entendiendo con el lo que deben entrar a formar parte del proyecto, mostrarse activos y no tener miedo a perder su distancia crítica. Se puede ser crítico desde dentro. Otra opción es que el crítico se convierta en un voluntario dentro del proyecto. La mera idea del crítico que observa desde arriba no funciona en proyectos de este tipo. Crea fricciones, una tensión que no es productiva para la crítica.

¿Se puede hacer Arte Útil y ser conservador?

Es mi mayor temor. No hemos terminado aún nuestro archivo, pero espero que todos los ejemplos seleccionados y documentados hasta hoy nos permitan imaginar la sociedad desde una óptica no conservadora y humanista (y no consumista). Naturalmente, si estos proyectos empiezan a simplificarse, o si no benefician realmente a nadie más que a las figuras ricas y poderosas del mundo del arte; si se les fuerza a adaptarse a los formatos expositivos y de las bienales y los coleccionistas, entonces, al igual que todo lo que ha sido ya asimilado, se volverán conservadores y el Arte Útil acabará siendo lo contrario de lo que intentábamos que fuera. El Arte Útil es una metodología, pero también una práctica ideológica. Si se toma exclusivamente como metodología acabará convertida en un gesto conservador y formalista semejante a todo aquello que ha sido absorbido por el mundo del arte para su utilización como fuente de fascinación y entusiasmo colectivo. El Arte Útil es una ideología, y lo es porque lo que intentamos hacer es imaginar una sociedad que beneficie a más y no a menos; así que, si quienes detentan el poder incorporan el Arte Útil a su modus operandi como método para mantenerse en el poder se transformará, inevitablemente, en un arte conservador. Pero tengo muchísima fe en que los artistas de Arte Útil defenderán la integridad de esta práctica.

¿No resulta contradictorio que estés preparando una exposición sobre Arte Úti l en el Van Abbemuseum? ¿No estás con ello permitiendo que tus ideas se institucionalicen y exhiban como objetos que la gente observe sin más durante unos segundos?

No tengo el menor deseo de que el Arte Útil se institucionalice. Si estoy preparando esta muestra en el Van Abbemuseum -y concretamente en el Van Abbe, un espacio acostumbrado a cuestionarse para qué sirve el arte y a investigar sobre la función social del arte- es porque quería centrarme en los aspectos históricos del Arte Útil. Deseaba mostrar que es una práctica con una historia muy di l atada y eso es lo que un museo hace bien. Un museo sitúa las cosas dentro de un contexto, en la historia. Creo que la idea de presentar una suerte de cronología que ayude a la gente a entender el desarrollo de esta práctica es algo que un museo tiene, como institución, gran capacidad para hacer. En un momento dado propuse dejar el museo vacío y adjudicar la financiación recibida para la exposición a un proyecto y poder así desarrollarlo de manera adecuada. El museo alegó que si bien aquel lo podía resultar positivo desde un punto de vista social, en términos artísticos no era lo más indicado. Y como tenía que ser bueno para los dos aspectos, surgió el desafío de qué hacer dentro del ámbito de la propia institución. Por ello incluí el reto de trabajar dentro de las instalaciones del museo como un aspecto más del proyecto. El resultado es que la muestra se convirtió en una suerte de introducción al debate, en una presentación del tema. Puede que si me planteo otra versión del Museum of Arte Útil preste más atención a los gestos que una institución que aspira a convertirse en una institución de Arte Útil habrá de representar.

Creo que todo esto es fascinante por todas las discusiones mantenidas hasta ahora con los artistas presentes en la exposición sobre cómo mostrar la obra, quién debía hacer qué y por qué. Por ejemplo, estábamos dándole vueltas a distintas formas posibles de abordar esa situación del vídeo de diez minutos que antes mencionaba y pensamos que, en lugar de tener a gente contemplando un proyecto, podríamos hacerlos participar en un proyecto que coincidiera con la exposición. Por ejemplo, hablando sobre algún tema local. Ese era el reto que se nos planteaba y, honestamente, creo que ha salido bastante bien gracias a la seriedad del Van Abbe como museo. Yo diría que queríamos que todo en la exposición fuera útil de igual forma que hay otras cosas en un museo que reportan beneficios útiles a la gente.

Hablando de un modo más general, sí veo un problema en trabajar dentro del marco institucional , y es el de que,  dado que cada vez son más las instituciones que muestran interés por el arte socialmente comprometido, este tipo de arte se ha vuelto más mainstream. Pero creo que las instituciones tienen que cambiar. En primer lugar, deben verse a sí mismas como instituciones cívicas en lugar de como simples museos; en segundo lugar, pienso que si aspiran a representar nuestro trabajo habrán de ser capaces de comprometerse con la escala temporal de los proyectos que llevamos a cabo. Hay proyectos cuyo desarrollo cuesta entre tres y cinco años. ¿Qué ocurre entonces si una institución cuenta únicamente con un hueco de tres meses en su calendario? En el Arte Útil no nos preocupa la preservación de proyectos propia del museo, sino su implementación.

¿Existe el riesgo de que al sobreexponer a ciertas comunidades tus proyectos acaben estimulando la gentrificación? ¿Qué pasaría si las industrias de la cultura y el turismo empiezan a apropiarse del Arte Útil?

No estoy segura de que la industria cultural o turística asuman la promoción de gestos que cuestionan el sistema y el statu quo. De cualquier forma, nuestro reto es no permitir que ninguna de esas industrias cambien nuestra manera de entender el Arte Útil.

Se trata de un riesgo real, pero no creo que pasarse tres años trabajando con una comunidad debatiendo un proyecto resulte muy interesante para esos agentes culturales tan hiperactivos. No querrán ni oír hablar de ello. En cuanto a la gentrificacion, no se ha detectado en ninguno de los estudios de caso de Arte Útil registrados hasta la fecha. Lo que sí ha ocurrido es que la gente se ha entusiasmado sobre un proyecto y ha querido reproducirlo y ponerlo a prueba en sus propias comunidades. No intentamos resolver el hambre en el mundo, ni abolir la pobreza a escala planetaria. Todo lo que hacemos está muy localizado en una ciudad, en un lugar, en un grupo de personas.

Tenemos el ejemplo de esa obra de Nuria Güell en la que eliminaba las puertas de un edificio residencial facilitando que las personas que habían sido desahuciadas de él pudieran regresar sin arriesgarse a ir a prisión,  gracias a la existencia de una ley que define que la invasión ilegal de una propiedad se produce cuando se fuerza una cerradura; por consiguiente, los residentes no cometieron ninguna ilegalidad, aunque sí la artista. Ese tipo de proyecto resulta totalmente inadecuado para quienes están interesados en promover la gentrificación.

Queda todavía mucho camino por recorrer, pues nuestra educación artística no está preparada para el Arte Útil. Tampoco nuestras instituciones muestran interés en lo que el Arte Útil está haciendo. Por ejemplo, ¿cómo explicas a un miembro del patronato de un museo que un trabajo artístico podría consistir en entrar a la fuerza en una de sus propiedades para devolvérsela a las personas a las que había expulsado de ellas? En el contexto artístico la gente está excesivamente domesticada, demasiado acostumbrada a pasar por el canal galerístico, sin imaginar otros modos de compartir su trabajo. Se ha vuelto tan cínica que no comprende la diferencia entre quienes piensan que pueden cambiar el mundo riéndose de él y quienes se ríen cambiando el mundo.